Sep 11, 2009

Fragmentos [4]: el juego de los secretos

"Kitty fue a sentarse junto a la mesa de juego, y empezó a dibujar con tiza círculos sobre el tapete verde. Volvieron a la cuestión, debatida durante la comida, de las ocupaciones de la mujer. Levin compartía, en ese punto, la opinión de Dolly, y creía apoyarla con un argumento nuevo, sosteniendo que toda familia, rica o pobre, necesita tener ayudantes, criada, niñera, ya sea una mujer asalariada o alguna parienta.
—No-rebatió Kitty, sonrojándose, pero mirando fijamente a Levin con sus ojos claros y sinceros-. Hay casos en que una joven no puede entrar en una familia sin exponerse a una humillación, y entonces...
Él comprendió el significado de aquellas palabras.
—Sí, sí -dijo-, tiene usted razón.
Y, al percibir lo que se ocultaba en sus palabras, el miedo de quedar soltera, el menosprecio, apreció el valor de los argumentos de Peszov sobre la emancipación de la mujer. Su afinidad con Kitty lo hacía especialmente sensible a sus emociones, y, adivinando lo que sentía en ese momento, rectificó sus propios conceptos.
Se produjo un silencio. Kitty seguía dibujando con la tiza. En sus ojos había un brillo suave, y Levin experimentaba una inefable sensación que lo llenaba de felicidad.
—¡Oh!¡Cómo ensucié la mesa!- exclamó Kitty, dejando la tiza y levantándose.
"Sin ella, qué vacía parece mi vida...", pensó Levin.
—Espere-dijo-. Hace tiempo que quería preguntarle algo. La miraba con ojos acariciadores, ligeramente temerosos.
—Pregunte.
—Mire-indicó él, y trazó con la tiza las siguientes letras:
C, u, m, d, n, e, p, s, r, a, e, o, a, s. Estas letras correspondían a las iniciales de las palabras "Cuando usted me dijo: no es posible, ¿se refería a entonces o a siempre?"
Parecía inverosímil que Kitty pudiera descifrar el significado de aquellas palabras, pero él la miró intensamente, como si su propia vida dependiera de que ella acertara a comprenderlas.
La joven se llevó la mano a la frente y se puso a examinar las letras con mucha atención, interrogando de vez en cuando con los ojos a Levin.
—Comprendo -dijo finalmente, sonrojándose.
—¿Qué quiere decir esa letra?-preguntó él, señalándole una "s".
—Significa "siempre" -respondió Kitty-;pero no es cierto.
Levin borró rápidamente lo escrito y ofreció la tiza a la joven. Ella trazó estas letras: E, n, p, r, d, o, m.
Dolly se consoló de la pena que le causara la conversación con Karenin, viendo a su hermana tan entretenida con Levin. Kitty permanecía sentada con la tiza en la mano, mirándolo con una sonrisa tímida y feliz, en tanto Levin, lleno de una viva emoción, posaba sus ojos expresivos en la mesa y luego en la muchacha. De pronto, Levin se puso radiante de gozo: había comprendido la respuesta. Las letras significaban: "Entonces no podía responder de otro modo".
Le dirigió una mirada interrogativa y tímida.
—¿Sólo entonces? -preguntó.
—Sí-respondió la sonrisa de Kitty.
—¿Y...ahora?
—Lea. Le diré lo que deseo con toda mi alma.
Y trazó las primeras letras de estas palabras: "Que usted olvide y perdone".
Levin cogió la tiza con dedos temblorosos y la emoción hizo que rompiera la barrita de yeso. Luego escribió del mismo modo las siguientes frases: "No tengo nada que perder ni que olvidar, y no he dejado nunca de amarla".
Kitty lo miró con embelesada sonrisa.
—Comprendo -musitó.
Levin se sentó y escribió las iniciales de una larga frase. Kitty la comprendió con prontitud y, tomando la tiza, escribió la respuesta. Durante largo rato, Levin estuvo meditando, sin poder comprender el significado de la nueva frase. La felicidad que sentía lo privaba del uso de sus facultades. No acertó a encontrar las palabras indicadas por esas letras, pero en los radiantes ojos de Kitty leyó lo que quería saber. Entonces escribió tres letras. La joven, sin vacilar, le quito la tiza de las manos y terminó ella misma la frase, la que puso por respuesta: "Sí".
¿Están ustedes jugando a los secretos? -dijo el anciano príncipe Scherbazki, acercándose-. Bien. Pero date prisa, Kitty, Si no, llegaremos tarde al teatro.
Levin se levantó y acompañó a Kitty hasta la puerta. Su secreta conversación la había resuelto todo. Ella le había manifestado que lo quería y que avisaría a sus padres que Levin iría a verlos al día siguiente por la mañana."
Leon Tolstoi, "Ana Karenina", Ed. Andrés Bello, 1996, p. 375-377.

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